Fue una película repetida: Rosario Central convirtió de pelota parada aprovechando una grave desatención de Boca, hizo tiempo, pegó de más, se replegó por completo y hasta tuvo como figura a su centrodelantero no por los goles sino por los rechazos en el área propia. El Canalla usó las artimañas de antaño y Boca deberá tomar nota: los equipos le tomaron respeto y no lo atacan, pero se defienden con uñas y dientes y el Xeneize, en esta oportunidad, se quedó sin variantes ante el repliegue del adversario.
Boca viene de años en los que, irregular, sufrió al ver cómo se le animaban equipos a priori inferiores. Central estuvo lejos de hacer eso y, sin embargo, lo complicó muchísimo más que al intentar dañarlo. El Xeneize quedó estático ante la presión y el esfuerzo rosarino, no supo quebrar líneas (más allá de que el empate no era para nada inmerecido) y quedó lejísimos de las versiones mostradas con Vélez o Godoy Cruz. La dura derrota, que deja sin objetivos de títulos el semestre, deberá ser capitalizada como enseñanza: ¿qué alternativa pensar para que no vuelva a ocurrir?
Edwin Cardona como lanzador, cuando el 1-0 ya entraba en su recta final, fue una variante interesante aún dentro del desconcierto general del equipo. Recuperar a Cristian Espinoza, revitalizar a Walter Bou y darle más minutos a Nahitan Nández también pueden hacer mover la estantería en partidos trabados. Guillermo deberá trabajarlo, sobre todo pensando en la Libertadores 2018: un partido así, en un mano a mano, te puede mandar de vuelta…
No fue un problema de carácter: el equipo ya salió campeón y supo, a pesar de sus traspiés, aguantar la presión. La derrota ante Rosario Central fue la típica caída ante un equipo chico que jugó como una final y no le importó la estética. Que además de doler, sirva para llamar la atención: al Xeneize se le vienen muchos más partidos así.
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