Cristian Pavón tuvo una noche movida en Córdoba el último domingo, en el 1-1 de Boca ante Belgrano: tuvo varias chances de gol en sus pies, terminó mal las jugadas, casi lo gana al final con un tiro en el travesaño y cerró la jornada diciendo que había que esperar al River-Racing, un partido que se había jugado en la previa del encuentro del Xeneize. Más allá de lo cómico de la situación, está claro que el cordobés tiene que enfocarse. Y no precisamente en sus declaraciones…
Pavón comenzó su carrera en Boca con promesas pero poca continuidad de la mano de Rodolfo Arruabarrena; fue Guillermo Barros Schelotto quien lo declaró prácticamente imprescindible. Ya con el Melli y como titular fijo, tuvo altibajos constantes: una gran Libertadores 2016, «el balde en la cabeza» en el torneo 2016/17, y el desequilibrio total en la 2017/18, en un nivel que lo llevó merecidamente al Mundial 2018. Una vez de vuelta a Rusia, Pavón parece nuevamente estar errando los caminos.
Con un arranque y una velocidad única en el fútbol vernáculo, las actuaciones de Pavón se resumen a un instante: es ese instante, ese momento donde tiene que definir las jugadas. Es que el ex Talleres y Colón exige en todos los partidos, preocupa a las defensas aunque juegue mal, constantemente participa: el problema es que también suele ser decisivo para bien o para mal, según las correctas elecciones que tenga en los metros finales.
Las chances para Pavón van a seguir estando. Su presente pero también su futuro dependerán de cómo las decida.
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