En Torun, ciudad medieval de Polonia, Armand Duplantis batió este sábado el récord mundial de garrocha. O de pértiga, que suena más lindo. El francés (20 años) saltó 6,17 metros, casi dos tableros de básquet. Bastante más arriba aún está el listón de la exigencia para los hinchas de Boca, para una gran mayoría, desde que aquel entrenador incomparable y un brillante grupo de jugadores ganaron todo -todo de verdad- a comienzos de este siglo.
Sin olvidar las gestas ni renunciar a la esperanza de vivirlas nuevamente, podemos discutir sobre esquemas y nombres, reconocer méritos rivales y analizar influencias arbitrales, pero debemos ubicarnos en tiempo y espacio, valorar virtudes, aceptar defectos y alentar, alentar mucho. Cómo no hacerlo con un equipo que en los últimos cinco torneos largos nunca bajó del podio. Cómo no darle crédito a un técnico que, entre su primer ciclo y este incipiente segundo, dirigió 29 veces a Boca de local y solo perdió un partido. Cómo no aplaudir a un 9 que corre igual que un keniata y a otro que mete un gol apenas entra. Cómo no apoyar a una defensa que recibió ocho goles en 19 fechas y 12 veces mantuvo el arco en cero.
¿Llegará este Boca todavía en formación a arrebatarle el título a un club que viene siendo elogiado a coro desde su ascenso a la Primera A? ¿Los de arriba son gallinas? ¿Los podemos alcanzar? Veremos. Por ahora importan el triunfo ante los tucumanos (primero en casa desde 1981) y la alegría que genera.
* Escrito a la memoria de Marcelo Pagliaccio (1987-2020), joven y querido compañero, laburante que la remaba todos los días desde Garín hasta Constitución, delantero los fines de semana, admirador del Bati. Era un hincha fiel, de esos que, al margen de cómo, dónde o a quién, se ponían felices cuando el equipo ganaba.
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