Si los jugadores se ponen y se sacan solos, una premisa que aplica a varios deportes, en el actual Boca -salvo la compañía de Tevez- todos los puestos llevan nombre y apellido. Es buena noticia tener la formación casi definida, pero genera inquietud la distancia de rendimiento que separa a suplentes de titulares. Anoche se notó esa diferencia entre un periodo y otro con apenas tres cambios. Lanús, desbordante de agresividad para recuperar la pelota y audaz para atacar con muchos jugadores, justificó la victoria en los 45 minutos iniciales ante un equipo sin el espíritu ni la disposición de la segunda etapa. Después aguantó con el arquero.
Sabemos que el partido del miércoles en Porto Alegre es el más importante desde marzo, pero nadie ignora que una derrota sacude hasta las paredes del Templo. Ni hablar cuando se trata de dos consecutivas. Por estas horas debe considerarse beneficioso que el técnico haya preservado a Medina, Zeballos y otros canteranos que rezan por una chance para sumarse a la rotación. «Boca no te espera», declaró en la semana el muy requerido Joel Soñora. Se descuenta que González (32 años) puede recuperarse anímicamente de su salida en el entretiempo más pronto que un chico de 17.
En esta nueva normalidad futbolera que incluye la posibilidad de realizar hasta cinco modificaciones, ya no solo es determinante quiénes empiezan a jugar sino quiénes son capaces de entrar para revertir situaciones. Por eso se revalorizan las alternativas de reemplazo. Y aunque hoy parecen faltar algunas confiables, sigue intacta la fe en este Boca que acaba de levantar la copa de campeón.
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