Como la temporada anterior, Boca aseguró su lugar en los cuartos de la Copa de Liga una fecha antes del final de la etapa clasificatoria. Igual que en 2021, el equipo fue muy criticado («Tocó fondo», llegó a titular un diario tras la derrota 1-0 en Santa Fe contra Unión) y la continuidad de los técnicos -Russo primero, Battaglia después- se puso en duda. Hace un año escoltó a Vélez, al que demolió 7-1 en Liniers. Ahora terminará segundo de Estudiantes, al que superó 1-0 en La Plata. En los dos torneos su valla estuvo entre las menos vencidas, con promedio inferior a un gol en contra por partido. Alguna gente dirá que su juego es insatisfactorio, con una demanda de excelencia que no expresa en otros ámbitos de su vida.
Desde 2014 hasta la fecha, para tomar un período que por momentos parece ser el único relevante en la historia del fútbol argentino, es difícil encontrar debajo del tercer puesto a Boca en tablas de torneos locales. Se le puede decir protagonismo, ambición, grandeza, al margen de que las distintas formaciones presionen arriba o no, ataquen con más o menos personal, usen doble cinco, dos extremos o cinco defensores. Cualquier sistema sirve para lograr resultados y hay más chance de conseguirlos con un 9 como Benedetto, desde anoche uno de los 25 máximos goleadores del club. Pipa lleva 53 tantos, ocho desde su regreso, y quedó a tres de Heber Mastrángelo y el Tanque Rojas, delanteros importantes.
La Bombonera, que se llena sábados, domingos y días laborables a cualquier horario por más que no se promocione, despidió al equipo con el pedido de ganar en Bolivia, cueste lo que cueste. Vale el cantito como arenga, estímulo anímico, pero es necesario recordar la utilidad de un empate contra Always Ready e incluso advertir, antes de que un zócalo de televisión anuncie lo contrario, que una derrota no significa eliminación, que es posible avanzar de fase hasta con siete puntos. Somos de Boca. Sabemos de números.
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