Hace exactamente tres meses, casi en el mismo lugar donde anoche puso en ventaja al equipo, Agustín Sández perdió una marca y Boca perdió un partido, el único por competencias locales de los últimos 23 que ha disputado. Luego de aquel traspié ante Huracán, en vísperas de las visitas a La Plata y Belgrano, hubo tres reclamos muy difundidos, incluso entre la propia tropa.
1. Que Sández no volviera a la Primera y se promoviese al Colo Barco (17).
2. Que Pablo Brey empezara a sumar minutos en lugar de Agustín Rossi.
3. Que Sebastián Battaglia renunciara o, caso contrario, fuese despedido.
Por suerte, las personas que toman decisiones en Boca no son tuiteros de prosa atolondrada, influencers de otras ramas ni maniquíes de televisión.
Cuando desde las mismas usinas de la impaciencia se comenzó a reclamar por presencias más frecuentes de Oscar Exequiel Zeballos, el vicepresidente Riquelme abogó por una inclusión progresiva del wing bandeño con un argumento contundente: «En las prácticas todavía no puede eludir a (Frank) Fabra». Ayer, en una muestra de evolución, superó unas cuantas veces a Chimino y Pérez, experimentados laterales de Arsenal.
El actual campeón argentino, a dos semanas de su consagración en Córdoba, inició el torneo más largo del año con solo dos de los que fueron titulares ante Tigre (el capitán Izquierdoz y el desequilibrante Villa). Buscó tomar el control de la situación desde el principio, llegó por los costados, recuperó balones en campo rival, tuvo circulación fluida de pelota… ¿Se puede hablar ya de una identidad o eso queda reservado para otros cuadros?
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